1
Llevan los siglos
siempre el mismo rumbo;
me aleja el viento
de los mismos sueños;
el hombre me habla, siempre,
con la misma voz.
Bate la arena
sobre los desdichados ciruelos;
hambrientos gorriones
revolotean por el páramo.
2
¡Se abren los brotes,
verdean las habas…!
Sobre las quietas hojas,
el temblor de la oruga.
3
Sobre las grandes hojas
verdes del bananero,
las aguas otoñales.
Fiero, silba el viento;
se inclinan los tallos.
4
Las aves picotean
los tiernos brotes.
Junto al lago,
en otoño,
tomo una taza
de té caliente.
¡Ya callaron las ranas…!
Rachas
de aire fresco.
5
Otoño,
desnudas ramas
clavadas en mi alma.
6
Sobre el tranquilo estanque
brillan las hojas del loto;
nada, paciente, la señora
tortuga, por el fondo.
7
Frescas hojas del caqui;
llovizna en las montañas.
Por más que me alejo,
por más que me alejo,
el viento me empuja
hacia la muerte.
8
Por la vieja ventana,
entra un aire gélido;
se lleva el otoño, ladrón,
todas las hojas.
Mirándolo a la cara, le digo:
“¡Déjame algunas
para encender un fuego…!”
Amontonadas,
las siento arder
mientras sueño.