EL CAMINANTE

Marchando de un extremo

a otro de la tierra, parece mi cabeza

una bola de nieve.

Entre doradas hojas,

al final del invierno, conquisté mi saber

a mil cordilleras de distancia.

Como la arena, llevada por el viento,

me gustaría ponerle

punto y final a mi viaje.

***

Crucé altas montañas;

más me hubiera valido

quedarme entre los hielos.

¿De qué me ha servido

bañarme en las templadas aguas

del saber erudito?

Los seres sensibles

suspenden los exámenes y se quedan

en casa, cultivando narcisos.

***

Cuando tú me miras,

mi anhelado Buda,

me señalas el Norte.

 Se iluminan las niñas

de tus ojos

para aclarar mis dudas.

Extiendes tu manto por la tierra,

por los ríos,

por las montañas…

Sólo tú sabes dónde está mi Sur,

y con amor enciendes

las luces del Oeste.

4 comentarios sobre “EL CAMINANTE

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