Desde la húmeda alfombra
del otoño,
entre dispersas nubes,
veo vaporosos ánades
alejándose en el cielo.
Subo a mi pequeña barca;
como los gansos salvajes,
incansable, viajo.
Níveas flores de loto,
en su eterno descanso,
derramando poesía,
surcan el vientre de las aguas.
***
La soledad de la luna
despedía nuestro amor.
Sus lágrimas,
cristalinas, fluían
y fluían queriendo impedir
el marchitar de nuestras canciones.
Una profunda tristeza
inundaba el entorno.
Se mustiaban las flores
en los Jardines del Oeste.
***
Mi corazón,
huyendo del invierno,
boga y boga.
¡Pobre barquichuela
que nadie ve, iluminada
por la luz del relámpago,
cuántas veces pasa,
buscando sin saber,
para perderse entre los juncos!