Enamorada de la flor
del ciruelo,
mi verso es una rosa
que crece en soledad.
Cuando abre sus pétalos,
su perfume llega
hasta mi sediento corazón.
Esquivas, recelosas,
sus raíces se hunden
en indómitas aguas.
***
El cantar
de los mirlos
adorna mis mañanas.
Sobre el cráter de la montaña
aún se ve el plenilunio,
¿a dónde se dirige?
Se borra poco a poco,
apenas tiene prisa.
***
Pausada, vuela;
sobre la tierna rama,
ya veo sus luces blancas.
Centellea la alborada
de un nuevo día
en este inhóspito desierto.
Abren sus alas,
detrás de mi ventana,
el vencejo y la aurora.
¡Muy hermoso!
Abrazo.
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Muchas gracias. Feliz día.
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