Lo trágico de un rostro
atado con mil nudos
de vanas atenciones,
los giros de una rueda
que apunta hacia unas cumbres
de inertes soledades.
Un carrusel de vida,
subliminal, etéreo,
se dibuja en la piedra
de la oscura caverna
donde posé mis labios.
Siniestra acupuntura,
desalmadas mentiras
horadan mis pulmones.
La inquietud no descansa
y su senda atraviesa
la entraña de mis días.
Mendigando al espíritu,
con limosnas de nada,
perfumando la noche,
mi cansancio suspira,
y el tiempo, ya desnudo,
se adormece en los surcos
que hilaron mi destino.
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