
En el caos primigenio,
el desgraciado hallazgo
de absurdas vanidades.
¡Es tan agradable
sentirse bien con uno mismo!
El placer sin soberbia,
la alegría sin orgullo…
Aquel señor, en cambio,
se siente satisfecho
por la nueva victoria.
¿Sabe que todo
se lo debe a sus amigos?
El amor entre hijos
y padres, la pasión
de los viejos amantes,
¿qué garantía nos ofrece?
En la humildad confío,
y en el afán de justicia.