
¡Esta cruel sensación, esta pena tan mía,
esta vana pesadez, este vacuo pesar,
este incurable sufrimiento de mí mismo,
con sus presuntuosos nuncas,
con su infundado resistirse
a la caricia de un abrazo!
Opresoras sombras me afligen
cansado ya de tanto vacío.
Luego, el sordo desengaño
de esos falsos dioses, ¡oh, fatalidad!,
que me hacen sentirme más solo.