EL SANADOR


Mis ojos se perdían en lejanos paisajes.
Alguien, piadoso, se acercó hasta mí
queriendo explicarme mis oscuros sueños.
Con los siete pecados capitales
y amorosas maneras, hizo una espesa sopa
condensando en ella todas mis desgracias.
Delicadamente, me tendió en la cama;
alrededor del mullido lecho
se escuchaba el silbido del viento.
Con frescos elixires atenuaba
el cautiverio de mi espíritu,
expulsó a mis demonios,
me libró del infierno
en que se había convertido mi alma.
Mi alborozado espíritu
pudo entonces adentrarse
en la callada esencia de la naturaleza.
Me asomé a mi conciencia,
saludé a mis vecinos,
olí la piel de la hierba…
¡y procuré comportarme honestamente!

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