DOLOROSOS RECUERDOS


Dolorosos recuerdos entreví
sobre la nieve de una dosis.
Justo a mitad de tiempo,
volví a sentir un frío arrepentimiento filosófico, casi existencial,
sin ninguna psicopatía aparente.
Todo se cimentaba en la trampa
enfermiza de mortecinas horas
y en el dolor de unas neuras freudianas.
¿Quién cree ya en cómodos divanes y en píldoras mágicas…?
Mis cobardes psiquiatras huyeron por un agujero sin fondo.
Lo siguiente fue la terrible locura, la horrenda culpa,
salvo que fueres purificado por extáticas vírgenes
con sus sagrados brazos puestos en cruz.
¡La tormenta diaria, luego, el vil arrepentimiento!
Todos los cuerpos enferman por el pecho,
mis trágicos espasmos son cosa del diablo.
¡Apagar la mente, encender el alma,
entender el paradigma y morir en el acto,
recitarse a sí mismo los deseos insatisfechos,
constreñir tus sentidos,
reprimir tu instinto asesino,
repetir continuamente el credo
que te enseñaron esos viejos amigos
que juegan con extraños misterios
y olvidan la experiencia de morir
porque prefieren pasárselo a lo grande,
aquel rosario de tu niñez,
aquellas sanadoras aguas
que pretendían redimirte de la maldición eterna,
que eran la sangre de inocentes víctimas…!
¿Por qué no te olvidas de esos insanos dioses?
¡Te gusta soñar, eh, y asistir a misas negras!
Un poco más de infierno infantil
no te hubiera venido mal
para volverte más seria
y calmar tus ocultas intenciones.
Inicuos sacerdotes te endosaron la deuda soberana
y descargaron sobre tu espalda las culpas de aquellas mafias.
Ni un acto de infinita contrición,
ni poner los brazos en cruz,
ni amarrarte al cuello la soga del ayuno
podrá redimir tus insolentes pecados,
a pesar de tus rezos diarios
y el aparente arrepentimiento
de tus joviales domingos.