IMPÍA DESVERGÜENZA


Impía desvergüenza roza mis manos.
Acariciándome, sin disimulos,
atraviesa mi entornada puerta
y me mira con cara de estúpida.
Con espíritu vano
y mirada equívoca,
me muestra un rostro amable
tras el que esconde su diabólico enfado.
¡Ay, esa terca suciedad que todo lo mancha,
con su aire de verbena,
con su torpe intelecto
que tan sólo me incita a bostezar!
Mis ojos, ingenuos,
se dejan sorprender
por la inicua soberbia de un mundo
en el que reinan la vanidad y el orgullo.
De mi espíritu se adueña una desconsolada sonrisa
cuando veo pasear, cogidos de la mano,
a tan ridícula pareja.