
Tus risas apagan mi voz,
de la alcoba me llegan ancestrales fantasmas,
nostálgicas remembranzas iluminan tu rostro.
Me sabes a corazón,
me apetece el sabor de tus labios.
Hacia ti, intangibles, pausados,
descienden mis interminables días.
Ya no puedo oler más que tu puerta
golpeada por un corazón
del que cuelga aquel viejo silencio.
Mi reloj arrojé al vacío,
sus manecillas apenas se movían,
¡era tanta la soledad que horadaba mi alma!
Tus ojos son la roca
en que mis versos mueren.