En solitarias horas,
me pregunto sobre la absurda
y estrecha levedad
de nuestros sentidos.
¡Cuán felices seríamos
si pudiéramos disfrutar
de esa magia llamada
hipersensibilidad!
Yo mismo, cuando reflexiono,
querría escapar de esas rígidas
reglas de la lógica,
me adentro en los detalles de mi existencia
y regreso a aquella lóbrega estancia
en que mi ego se halla tan a gusto.
Percibo la sutileza cósmica
e imagino otro mundo
que quizás no exista…
Y me pregunto,
¿acaso existo yo?