La vida de una vida,
la vida de un camino,
la vida de unos hombres,
la vida de unas manos
que siembran los senderos,
que pueblan las veredas
de recuerdos que serán segados,
ofrendados,
al inútil empeño del regreso.
Ya me olvidé del mar,
me olvidé de la muerte,
y sigo cosechando breves renacimientos,
aguardando el estallido de mis flores.