Reclinada en mi brazo,
pasaste la noche
de primavera.
Volverá a amanecer,
y escucharemos de nuevo el griterío
de la gente.
¡Cómo aborrezco el día que nace!
Al refugiarme en ti,
mis sueños palidecen.
***
Bajo el árbol que se alza,
me miro en el espejo
de benéficas flores.
En el crepúsculo,
toco mi flauta de bambú
sin prisa alguna.
Se apaga
la luz de los montes,
la luz poniente permanece.
***
Abro el dosel
de muselina
y te acaricio con mi barba.
En la noche,
tu fina piel de ébano
exhala un delicioso perfume.
Te susurro
y, suavemente, me envuelve
la púrpura de tus sábanas.