Con transmundano amor,
la paloma del mundo
sus alas de cristal
posó en mi alma.
La luz de la vida
carbonizó el poema
que escribí en la ventana.
Ligero, intenso,
tenía la honda pulcritud
de un secreto despojo.
***
Gritaba el viejo gong
sus sombríos ecos.
¡Indefenso, en mi lecho,
sus lentas vibraciones
me atravesaron como espadas!
Desde la más oscura sima,
mis ojos anhelaban
brillos de nueva aurora.